VIVE XANTOLO CEVIP




“XANTOLO”

         El día de muertos o “Xantolo”, para las culturas prehispánicas, es sin duda, una de las festividades más coloridas, alegre e importante, para toda la región norte de Veracruz, que comprende entre muchas poblaciones las de: Pánuco, Tempoal; Tantoyucan, Platón Sánchez y el Higo; inmersa en la Huasteca Veracruzana, la cual converge con el sur de Tamaulipas, la Sierra Gorda de Querétaro y algunas regiones de los estados de San Luis Potosí e Hidalgo.
         En esta zona se le rinde culto a los muertos, con una celebración viva, que es una reminiscencia de la tradición prehispánica de honrar a los muertos y es aquí donde la muerte cobra vida.
         “Xantolo” en lengua Náhuatl, significa “El día de los muertos” y también deriva de un término castellano “Xanto” (santo) y el término náhuatl “olo” (abundancia), que significa “Todos Santos”.
         Se distingue entre los pueblos Veracruzanos, el de Tempoal, debido al carácter sincrético de sus fiestas, por ser tan singular y la más rara celebración del país, pues incluye culto a las deidades prehispánicas y de las impuestas a los indígenas por los españoles; dicha festividad fue declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de Veracruz, en 2007.
         Los preparativos para la fiesta, se comienzan con meses de anticipación; todo comienza el día de San Juan (24 de junio), cuando los campesinos salen al campo para regar la semilla de flor de Cempasúchil; cuando llega el 29 de junio, las familias acuden a la plaza para comprar guajolotes, gallinas y cerdos, que podrán a engordar, para después guisarlos y elaborar los tamales, el mole y los caldos respectivos, para compartir entre vivos y  difuntos.
         Las mujeres dan inicio al bordado de servilletas y manteles que se ponen en el altar. Pocos días antes de la llegada del “Xantolo”, las familias se reúnen para la molienda del chocolate que ofrecerán y beberán todos durante dicha celebración.
         A lo lejos se escucharan el repicar de las campanas acompañado del sonido de juegos pirotécnicos. De esta manera el pueblo se entera de que sus muertos están por llegar o que ya se encuentran entre ellos.
         La celebración del “Xantolo” continua a finales del mes de Octubre, con la puesta preliminar de los altares de vida, que llevan un sinfín de elementos decorativos, acompañados con los sones y danzas del “Xontolo” , que se ejecutan como preparación de los días grandes de Noviembre.
         El 30 de Octubre, también conocido como “Domingo Grande”, se realizan las últimas compras en el mercado del pueblo que luce en su mayor esplendor, con montones de naranjas, tejocotes, guayabas, chiles secos y frescos, cacahuates, calaveritas de azúcar, jarrones de barro, canastitas y caballitos de barro (juguetitos), que se venden en los puestos del mercado.
         Ese mismo día por las tardes, las familias comienzan a levantar el altar de los muertos con el arco de guasimal o de caña de azúcar u otra vara flexible, que será sujetada a la mesa; después se cubre con palmilla o estribillo, ramilletes de flor de Cempasúchil y mano de León, a la mitad del arco se cuelga la fruta, pan de muerto en forma humana y las canastas llenas de cacahuates y dulces.
         La mesa se decora con manteles bellamente bordados, servilletas o papel picado, sobre un mantel blanco, dándole con estos elementos más color a la ofrenda. Lo que no debe faltar es la imagen de la Virgen de Guadalupe, de Jesucristo o del santo que veneren en cada hogar y las fotos del ser querido. Al centro de la mesa estarán colocadas dichas imágenes.
         En la ofrenda se acostumbra poner todo aquello que le gustaba comer al difunto, así como sus objetos personales que nos hacen recordarlo y hasta su música favorita. Se pueden observar en la mesa comúnmente platones con galletas, dulces, cacahuates, calaveras de azúcar, nueces, tablillas de chocolate, mole con pollo, tamales picosos de hoja de plátano, frutas como: manzanas, plátanos, mandarinas y naranjas, atole, café, un vaso de agua que promete consuelo a la sed que tienen los difuntos, sal, dulce de calabaza, sin faltar la cerveza, tequila o caña (aguardiente), hoja de tabaco, cigarros o hasta puros que le encantan a los abuelos o bisabuelos ya fallecidos.
         Al pie del Altar se colocara en una copa (incienciario), rocas de copal o inciencio que estará prendido constantemente para purificar el ambiente y alejar a los malos espíritus, se traza un camino de cal o de flor de cempasúchil (su color representa al sol dador de vida y de fecundidad), que según la costumbre es para atraer las almas de los difuntos y una bellota con cuatro velas en forma de cruz que indican los cuatro puntos cardinales, esto con el objeto de alumbrar su recorrido hacia el altar.
         El 31 de Octubre, a las doce del día se reciben a las almas de los difuntos no natos (no nacidos), esta ofenda consiste en caldo de pollo y tamales de dulce y muchos dulces de la región.
         El día Primero de Noviembre, es destinado a los muertos chiquitos y, por ende, en la ofenda se colocan dulces, aguas de sabores, chocolate con pan, piñatas, juguetitos y demás objetos que atraerán a las almas pequeñas.
         El día 2, se reciben a los difuntos adultos con los platillos que más les agradaban en vida, en dicha ofrenda ya se incluyen guisos picosos y variados que dan a las ofrendas un carácter más personal por el familiar difunto; así como los objetos personales de los hombres como pueden ser: sombreros, cintos, machetes y morrales de la jornada, mientras que en las mujeres son: ollas, mantelitos bordados, molcajetes, petates e hilos para bordar y todo debe de ser nuevo, pues así lo marca la tradición.
         El Altar está lleno de colorido, olores singulares y sabores diversos, que deleitan tanto a vivos como a muertos. A la ofrenda en su conjunto se le llama Chichiquil, en lengua Náhuatl. Es tradición visitar las casas de los parientes y amigos llevando consigo chichiquiles, como muestra de cariño y respeto.

         La creencia popular cuenta que la ofenda debe permanecer desde el 31 de Octubre, hasta el 8 de Noviembre, cumpliéndose así el ya tradicional “Ochovario”, periodo que tiene los difuntos para llegar y retirarse.
         Todo es celebración y gozo en los altares de vida, pues las lágrimas se convierten en sonrisas al recibir a las almas de los difuntos, en las casas de los habitantes de la huasteca veracruzana, porque hasta las animas que no tienen una casa en donde llegar cuentan con un lugar en las ofrendas de cada hogar, donde se prende una cirio en su nombre, junto con un vaso de agua.
         Esta tradición única, singular que trasciende fronteras y nos identifica como creyentes del más allá, nos da nuestra identidad como mexicanos, la cual esta  presente en los hoy llamados “Altares de Vida”.
         Y aun con la presencia e influencia de costumbres extranjeras presentes en nuestro país, la tradición Veracruzana del norte de Veracruz llamada “Xantolo”, perdura hasta nuestros días como una muestra de nuestra gran riqueza cultural de nuestro pueblo.

Gracias por su atención y presencia.
        
        

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