HERIBERTO JARA CORONA (1879-1968)
El atleta que se ejercita hasta agotarse en el ciclo de un estadio hermoso,
fatigado solo distingue elementos inmediatos: pilares que sostienen apolos
lustrosos y algunas formas heráldicas. Camina y por variar, al fin lee una placa
muchas veces descubierta; en ella reconoce un nombre: General Heriberto Jara
Corona, una seña para él, tal vez una indicación, una referencia para ubicarse;
pero detrás de esa frase, o del nombre de una calle o de una ruta vial, están
siempre estos hombres y su historia de magma ardiente; el ánima del huracán que
duerme dentro del bronce, en el interior de la estatua que se cabecea. Allí está, en
cada centimetro de tierra conquistada y repartida, en cada una de sus revelaciones
y de sus lúcidos lances de locura. Nombres como mandalas, que ahora son
material para efemerides, pero que solo esperan a ser frotados para encender
como piedras hechizadas y envolvernos en su pensada proeza o su intuitiva gloria.
Heriberto Jara Corona nace el primero de Julio de 1879, en Nogales,
Veracruz. Como otros personajes destacados tuvo un cimiento en común, la
Escuela Modelo de Orizaba, fundada por Enrique Laubscher. Posteriormente,
acompañando a su familia, emigró a Pachuca para continuar sus estudios en el
Instituto Cientifico Literario donde aprendió las labores de tenedor de libros,
mismas que ejerció a su regreso a Orizaba, donde fue contratado por la fabrica de
Hilados y Tejidos de Río Blanco.
El caudal de Rio Blanco pronto se mancharia de sangre, ya que poco a poco
se iba “entretejiendo” la tristemente célebre matanza de hiladeros del siete de
enero de 1907, como respuesta a sus actividades helgistas. Lo anterior marcó un
parteaguas de rabia y hambre de justicia para personas como Jara, sobrevivientes
a este traumático hecho quedando inoculados para siempre en ellos, el germen de
la lucha social.
Jara Corona, de apenas dieciocho años, se une al partido liberal que fue
imán en ese tiempo para muchos hombres de convicciones aceradas.
En 1910, se integra a la revolución maderista junto con su amigo Camerino
Z. Mendoza, para destituir a Porfirio Díaz de la presidencia del país. Un año más
tarde, es eligido Diputado Federal, pero la sombra brutal de la violencia vendría
encarnada en la figura del usurpador Victoriano Huerta, que disolvió la Cámara,
siendo esto más que desalentador, acicate de un nuevo desplazamiento de
Heriberto Jara, ahora en Coahuila, para incorporarse al Constitucionalismo con
Venustiano Carranza.
Asesinados Madero y Pino Suarez, Jara ya había viajado demasiado lejos en
la órbita de sus ideales, hasta un sitio imposible de desandar para hombres como
él que creció a la luz del honor y el patriotismo, esas nociones casi mitológicas en
estos tiempos.
A las ordenes de Lucio Blanco, participa en el reparto de tierras;
posteriormente, ascendio a General, es mandado por el presidente al Puerto de
Veracruz, como Comandante y ahí participa con Cándido Aguilar en la
desocupación de las tres veces Heroica Ciudad del Puerto de Veracruz, invadida
por los Norteamericanos. Apartir de ese momento, las comisiones de gran
relevancia, la participación en hechos militares y los cargos públicos, se sucederian
para él de forma abrumadora; así, lo mismo somete a asesinos como Santibañez
(1915)- quien ultimó al hermano de Carranza-, que encabeza operaciones militares
en el puerto de Veracruz, lugar donde residía el Gobierno Constitucional, en la
sede del edificio de Faros. Previamente había marchado- con su brigada Ocampo-
a Yucatán, completando el extremo que le faltaba del surco revolucionario.
Viendolo desde esta óptica, no es curioso que un estadio, como el
Xalapeño- inaugurado en 1925- lleve su nombre, pues a su manera, fue un atleta
de su causa, fuerte y resistente, que forjó una gran carrera de luchas, con una
mente flexible y de veloz reacción y que tuvo el mismo éxito en el campo de
batalla que en las tareas de precision de la legislación y la diplomacia.
Muestra de esto fue su memorable actuación en el Congreso Constituyente-
1917- , donde hizo de la tribuna una trinchera, defendiendo las garantias sociales
respaldadas en los Articulos 3, 27 y 123, los cuales se refieren a la educación, la
soberanía nacional y los derechos de los trabajadores.
“… Integro en sus comisiones, honesto y escrupuloso…” como alguna vez
fue descrito, no era de extrañarse que un hombre con tal gobierno de sus actos,
pudiera ser gobernador de un Estado, y Jara gobernó tres: dirigió los destinos del
Distrito Federal, fungió como mandatario en Veracruz- 1924- y más adelante, fue
Gobernador de Tabasco. Así también, ocupó el cargo de Embajador en la Habana y
de Senador de la República en 1920.
Prosigió con el reparto de tierras, entrelazando a esta faceta de luchador
social, su inclinación militar como Inspector General del Ejército y su visión política,
que lo llevó a presidente del Partido Nacional Revolucionario.
Consulta obligada y amistad placentera, se convirtió su persona para varios
presidentes entre ellos Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, con quien
colaboró como Secretario de Marina, de 1941 a 1946. Sus afortunadas
expediciones lo llevaron, en un tiempo más relajado a Rusia, donde fue premiado,
lo mismo que a su regreso, cuando del Senado le entregó la medalla de honor
Belizario Dominguez, en 1960.
Volvió a Veracruz como eran sus deseos, y allí pasó los últimos años de su
vida. Murió en 1968.
Es, esta la vida de un hombre que recorrió el país de Norte a Sur y que
junto con otros, de su mismo calibre, hicieron la hombrada de ir de frente contra la
indolente mole del ejercito opresor, en un choque de fierros retorcidos que todavía
les dejó fuerzas para zurcir la geografía de un país, para unirlos, para saturarlo por
los bordes que aún conserva su mapa; el mapa de una patria que agradecida, los
premió como Generales curiosamente……… de División.
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